El entrenamiento consistió en un plan de doce horas semanales con salidas de dos; tres y hasta cuatro horas diarias. Al principio corría cincuenta minutos y camina diez, así metí trece kilómetros la primera hora y doce la segunda para llegar a Moreno, a las cinco horas ya estábamos en la Ruta 5 que nos llevaría a Jaúregui. Aprovechaba los tramos de caminata para alimentarme con frutas secas; chocolate; pastafrola; manzanas y bananas además de hidratarme en forma constante.
Al promediar la primera de las tres jornadas de este ultramaratón, cometí mi primer error porque no tuve en cuenta que sufrirá tanto debido a correr sobre asfalto, dejé de lado la planificación y me manejé según el relieve para no desgastarme ya que me dolían mucho los pies pero mejoré mi ánimo gracias a la presencia de mi cuñada Marisa; mi tía Elsa; mi esposa Raquel y Lisandro Zabala, presidente del Club Deportivo Baigorrita. Así arribé a Mercedes a las siete de la tarde con 95 kilómetros corridos, 35 menos de lo previsto para este primera etapa.
Al día siguiente me levanté a las cinco de la mañana y media hora después estaba en carrera abrigado con un camperón; calzas largas; guantes; gorro de polas y bastones mientras los pibes que salían de los boliches me gritaban que me habían robado los esquies. Hicimos seis series de cuarenta minutos de corrida y veinte de caminata, venía bien, hablaba todo el tiempo con Pablo y Juan hasta que al mediodía sopló viento en contra obligándonos a cambiar el ritmo, corrimos veinte minutos y caminamos cuarenta pasando por los pueblos de Rivas; Rawson y Franklin hasta que hicimos noche en Chacabuco previo al momento más duro de todos, esos veinte kilómetros finales en los que mi hermano Pablo me alentaba diciéndome “no aflojes que estás entero” pero, cuando lo llamaban al celular, lo escuchaba decir “viene muerto”….
Completamos la segunda jornada a las diez de la noche del sábado y nos fuimos a dormir hasta la cinco del domingo en la que encaramos los últimos cincuenta kilómetros que comencé sin tantos dolores en las piernas. Las plantillas nuevas me permitieron caminar dos horas seguidas a un muy buen ritmo para después meter series de cuarenta minutos de corrida y veinte de caminata. Me alegró la compañía del corredor Lisandro Coliqueo y su hijo, a los que se iban sumando más deportistas como Víctor Cotrón que venía de ganar el medio maratón de Colombia y un referente del triatlón de Junín como Daniel Carpi con quienes llegamos a destino donde estaban esperándonos los chicos de los equipos de básquet y fútbol del Club Deportivo Baigorrita con sus profes Monti y Cacho mientras la gente del lugar hacía sonar las bocinas de los autos en una última vuelta a la plaza acompañado por toda la gente como corolario de 265 kilómetros en tres largos pero inolvidables días.
Además de recaudar útiles y materiales para las instituciones del pueblo de Baigorrita, sumé la convicción que en equipo todo se puede, mucho más si es en familia. A los más chicos les digo que el deporte no sólo es ganar, su esencia es la amistad y la solidaridad, dos valores que vivió en cada paso. Ni bien terminé, sonó dos veces el celular, primero me llamó mi mujer Raquel y luego mi hermana Cuky desde España, ambas me dijeron que les hubiese gustado poder estar conmigo sin saber que siempre lo estuvieron, bien cerquita, en mi corazón, el motor que me impulso a realizar, y completar, este proyecto solidario Uniendo Pueblos.
Gracias a www.Eldepornauta.com por el espacio previo y el seguimiento de inicio a fin, nos vemos en la próxima,
(*) Marcos Capurro
Director del departamento de educación física del Instituto River Plate y docente del Liceo Franco-Argentino Jean Mermoz, cuenta con un historial deportivo que ya lleva dos décadas dentro y fueras de las pistas. Además de haber completado carreras de aventura de hasta tres días de duración como el Circuito Peugeot; se graduó de finisher en dos ediciones del Desafío de los Volcanes de 350 kilómetros cada una y cruzó la meta en media docena de maratones.
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